
En París, en 1902, Rilke conoció al escultor Auguste Rodin y fue su secretario de 1905 a 1906. Rodin enseñó al poeta a contemplar la obra de arte como una actividad religiosa y a hacer sus versos tan consistentes y completos como esculturas. Los poemas de este período aparecieron en Nuevos poemas (2 volúmenes, 1907-1908). Hasta el estallido de la I Guerra Mundial, Rilke vivió en París, desde la que emprendió viajes por Europa y el norte de Africa. De 1910 a 1912 vivió en el castillo de Duino, cerca de Trieste (ahora en Italia), donde escribió los poemas que forman La vida de María (1913), a los que después pondría música el compositor alemán Paul Hindemith, y las dos primeras de las diez Elegías de Duino (1923). En su obra en prosa más importante, Los cuadernos de Malte Laurids Brigge (1910), novela comenzada en Roma en 1904, empleó corrosivas imágenes para transmitir las reacciones que la vida en París provoca en un joven escritor muy parecido a él mismo.
Rilke residió en Munich durante casi toda la I Guerra Mundial y en 1919 se trasladó a Sierre (Suiza), donde se estableció, salvo visitas ocasionales a París y Venecia, para el resto de su vida. Allí completó las Elegías de Duino y escribió Sonetos a Orfeo (1923). Estos dos ciclos son considerados como su logro poético más importante. Las elegías presentan a la muerte como una transformación de la vida en una realidad interior que, junto con la vida, forman un todo unificado. La mayoría de los sonetos cantan la vida y la muerte como una experiencia cósmica. La obra de Rilke con su hermetismo, soledad, pereza llegó a un profundo existencialismo e influyó en los escritores de los años cincuenta tanto de Europa como de América. En lengua española, Rilke tuvo excelentes traductores -admiradores- como Francisco Ayala, Pablo Neruda, Gonzalo Torrente Ballester o José María Valverde. Rilke murió el 29 de diciembre de 1926 en Valmont (Suiza).
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